Las Llamas del Amor
Las relaciones de mi vida han sido pasos hacia el paraíso del sentir, donde exploro para descubrir el gran misterio detrás del “¿Quién eres?” que recito delante del espejo.
Ha sido necesario derrumbar las fortificaciones de mi intimidad una y otra vez. He dejado entrar a presencias brillantes como mechas titubeantes intentando prender la hoguera del amor propio. Aquella fogata que se esconde en las profundidades del bosque de mis sentimientos.
A las primeras, les imponía la vegetación impenetrable de mis paranoias. No comprendía que pudiese existir una relación sana por mi ignorancia a lo diferente a la relación que padecía conmigo mismo. Al fijarme en la grandeza de los demás, no sabía apreciar el destello de las llamas que bailan hoy como siempre encima de la leña del conocimiento de mí mismo. No escuchaba el diluvio de cumplidos de las caras bellas por mi obsesión de complacerlas. Les entregaba las armas más letales que empleaba para castigarme a mí mismo en mi afán por la tortura sin piedad en un intento de apagar esa fogata.
Han llegado otras con ganas de penetrar las ramas que defendían esa intimidad que tanto temía mostrar por miedo del rechazo al que siempre me había sometido. Sentir el desamor y el dolor de renunciar el intento de amarme destapó mis ojos vendados. Apaciguar el odio de lo que no me gusta de mí era desenamorarme de la adicción a las relaciones tóxicas. La toxicidad era mi necesidad de crear una bomba bella y quedarme en trance al ver las chispas recorrer la mecha hacia mi autodestrucción.
Gracias a las que me han mostrado que detrás del velo hay un ser perfecto y hermoso. Estoy desbordado de amor, capaz de expresarlo por mí mismo sin sentirme egoísta y gozar de la sensación exquisita de saber compartir ese amor incondicional contigo.
