El Misterio de la Felicidad
El misterio perenne es la felicidad. Me pregunto si no es más que una estabilidad en la conexión entre cada persona y su realidad. Es demasiada subjetiva su interpretación para encajarla en una definición.
La vaguedad convierte el estado en el espejismo idealizado. Hay mil maneras de vender el metodo perfecto para alcanzar la felicidad. Ninguno es válido para todos. Es cierto que algunos hábitos contribuyen a la sensación del bienestar. Pero yace algo en lo más profundo que los chutes efímeros de alegría.
También es imperativo anotar que los detonantes de la felicidad son tan dispares como la definición de la emoción en sí. Así, las experiencias o situaciones afecta a cada persona según el estado en el que se encuentre en ese momento.
Esto me lleva a pensar que lo que realmente condiciona la polaridad de felicidad o tristeza cae en la calidad de la relación que esa persona disfruta con su realidad. Cuando alguien vive desconectado de su entorno, nada puede llenar el vacío que existe por esa desconexión. Lo irreal jamás bastará para apaciguar las tormentas internas. Del mismo modo, la negación de la realidad es el mayor causante del sufrimiento.
Hay que ser valiente para aceptar incondicionalmente que todo es como es. El 'dejar fluir' tiende al escapismo más que la aceptación. No es lo mismo resignarte a lo que hay que aceptar que todo sucede con un propósito único: enseñarte.
Por tanto, la felicidad fluye cuando alguien se dispone a observarse y convertir los 'por qué's en 'para qué's. Vivimos las experiencias precisas para que tomemos consciencia de los aprendizajes oportunos.
La clave es mantener la mirada hacia dónde te lleva tu camino. Mirar atrás es perder la esencia del momento. El victimismo es el lastre que impide el darte cuenta que te conecta con la tranquilidad de saber que todo es perfecto, sea como sea.
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