El Alba de la Oportunidad
Muchas veces oigo “es que yo soy así” o “soy mayor para cambiar” e, incluso, en las voces en mi interior además de las que rozan mi paciencia como una mosca cojonera. No puedo aspirar a avanzar en mi proceso si no me permito cerrar los ciclos que he abierto, especialmente aquellos que trato de culpar a otros por no cerrar.
Uno de los fundamentos de la Gestalt es el ciclo gestáltico que denomina el proceso del contacto y la retirada de cada experiencia. No es física cuántica. Pero, por algún motivo se me hace cuesta arriba permanecer en contacto con la realidad actual para poder satisfacer mis necesidades y quedarme con el aprendizaje.
Me encanta abrirme a nuevas vivencias y meterme de pleno en ellas. Sin embargo, soy reacio a comer un plato frío. Necesito innovar y aventurar en lo desconocido. Interrumpo mis ciclos cuando dejan de arder, incapaz de presenciar el apagón de una luz titubeante que pretende mostrarme lo que no consigo ver en mí.
Esta pereza espiritual me garantiza la armonía experiencial al conformarme con la excusa oportuna para no profundizar en aquello que me lleva a evitar despedirme de lo redundante. Creía preferible no mirar atrás y, así, evitar volver a pasar por mis decepciones y fracasos hasta ahora.
Con un amanecer de rojos apasionados y naranjas apetecibles, me di cuenta del alivio que supone quitarme la mochila de mi espalda y rebuscar entre las experiencias que guardo allí lo que más necesito hoy. Cuando la noche da paso a la mañana, me invita reiniciar. Me hago consciente de que soy lo que decido ser. El pasado me equipa con los medios para seleccionar entre alternativas. Cerrar un ciclo me permite abrir otro nuevo, más excitante.
Cada alba es una oportunidad para hacer algo distinto, para ser diferente y soltar las cadenas de quien me he obligado ser.
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