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El Amor de Padre

Ver a mi hijo indefenso e incapaz de explicar ni entender sus dolencias es sentir el amor en estado puro. Oír sus gemidos y observarle retorcer de incomodidad es llevarme a una hoguera y quemarme vivo.


El amor es un vínculo entre dos personas cuya existencia se basa en que la otra reconozca la belleza que ves en ella. No se trata de mejorar a nadie ni de convencerle de todo aquello que te ha servido para sobrellevar tu vida.


El amor es aceptar las diferencias no como obstáculos sino oportunidades. Cuando el vinculo se crea entre dos que llevan mochilas llenas de creencias e interpretaciones subjetivas de los aprendizajes, surge conflictos. El orgullo nos hace ver nuestros decisiones como las mejores. La envidia convierte nuestro camino en el más tortuoso.


En cambio, la bendita responsabilidad paterna remata cualquier comparativa. Desde la mirada preocupada de un padre, sólo veo a un pequeño tomando sus primeros pasos con ilusión.


Soy impotente frente sus decepciones que consume esa ilusión y sé que seré una de ellas. Perderé mi capa de superhéroe cuando entienda que sólo soy uno más de la civilización.


Soy incapaz de contestar todas sus preguntas ya que las respuestas sólo las puede encontrar él y confío que así será. Lo que me corresponde es animarle a cuestionarlo todo y perseguir sus sueños indiferente de lo que piensen los demás.


El amor es saber aceptar tu papel en una relación y cumplir con tus responsabilidades desde el cariño sin intereses de ningún tipo. Es entregarte incondicionalmente a alguien que alborotará tus limites, poner en duda todo lo que te da seguridad. Incluso buscará destruirte simplemente para comprobar que es distinto. Lo único que puedes pedir a tu hijo es que se resista al miedo de ser quien es y no quien cree que debería ser.

 

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