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El Camino de los Valientes




La vida es una serie de elecciones que hay que tomar con los medios de los que dispones en ese momento. Siempre interfiere la duda entre las partes de tu personalidad a las que debes hacer caso. Se supone que la lógica presta atención a más factores para que la decisión se tome para mejorar la situación anterior al cambio. El corazón es más volátil y suele centrarse en aquello que te ‘mola’.

 

Por muy sensato que sea embarcar por un camino u otro, si abandonas lo que te invita a contactar con el disfrute, lo más probable es que luego te conectará con el arrepentimiento. Dicho así, tampoco puedes optar siempre por lo placentero, ya que ese camino sólo te lleva a los espejismos y expectativas irreales e inalcanzables.

 

El dilema perenne es, pues, el peso que designas a las alternativas antes de cambiar de rumbo vital. Lo cual te invita a permanecer en la indecisión conveniente, sin sacrificar lo conocido, aunque haya dejado de aportarte estímulos y se haya convertido en un lastre.

 

Prender la chispa en la noche tranquila es despertar los asuntos pendientes que dejaste de reconocer cuando decidiste resignarte a ser cómo te convenía para así cuadrar con las necesidades y responsabilidades relevantes entonces. Cambiar es dejar morir una versión de ti, partir de un statu quo y adentrarte en lo desconocido. Allí te acecharán los miedos tuyos que liberas al abandonar la situación idealizada que, al final, no sacia tu sed de aprender.

 

Por eso sólo los valientes dan el salto al vacío sin saber lo que yace más allá de lo que ya parece una reliquia de su realidad. Son tantas las voces que reclaman la responsabilidad conservadora de permanecer que te frenan y te aterrorizan. Pero, cada decisión es tuya y eres responsable de hacer caso a lo que conviene y lo que te apetece para conseguir lo que te mereces.

 

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