El Tribunal de la Noche
Las noches que escucho la lluvia contra la ventana en el silencio del confinamiento son las que dejo salir de las tinieblas los fantasmas que siempre me han acompañado. En ausencia de las situaciones en las que procuro ser de alguna manera adecuada, vuelvo a encontrarme con las personalidades que soy. A lo largo de la vida me voy conociéndolas en las proyecciones que hago en otros.
En la vida diaria, me quedo en la personalidad que me conviene, relevante a la fase del proceso que vivo ahora, al igual que siempre he hecho. Pero, es este parón de la película que decidí protagonizar como ser específico y, por tanto, limitado, al anular a las voces que expresan la dispersión de mí. En la oscuridad me doy cuenta de que las presencias que me acechaban desde los límites de mis pesadillas son los elementos de mí que intentaba callar. Las mismas que invito recuperar la voz que les muté.
Al ser todos uno, también somos todos en ese uno. En esta intermisión me permito ser el tribunal. En la diversidad de las creencias y las actitudes que han formado la base de la población del mundo está la identidad que adopté como la mía. Opté priorizar las partes que me sirven para agradar y para formar parte del clan en el que me puedo perder. Sin apercibir la inmensa sabiduría de los gritos que hacían eco en el silencio. Al juez impaciente de mi resolución le faltaba el jurado formado por el panorama de percepciones de la multitud de personajes que soy, que he sido y que seré.
El paraíso de la sabiduría es dar voz a la infinidad de las formas de comprender la realidad que percibimos a través de la integración de los sentires alternativos al que escogemos como nuestro. Más allá que la dualidad del bien y el mal yacen los matices de interpretaciones carentes de juicio. Aquello que forma la base de la autentica inteligencia, basada en el Amor que es la unificación de todo.
FOTO: “…and fly!” Tomasz Wieja (Pinterest)
