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El Aprendizaje del Tiempo

Es curioso como los años me han enseñado a valorar mi tiempo. Recuerdo conversaciones en las que era un espectador con una sonrisa vacía y una mirada ausente. Pero, me quedaba expuesto a la disonancia con el temario habitual. Los que hablan de su trabajo lo hacen porque la vida ya no les inspira. Los que hablan de sus problemas, lo hacen para mantener viva las llamas de la fogata en la que eligen quemarse.


Entendía que la buena educación era compartir reflexiones sobre el asunto del que se hablaba en ese momento, por poco que supiera o quisiera saber de él. Al final, el karma dice que, para recibir, hay que dar. Entonces, daba debidamente.


Lo que no entendía es que la verdad es así, pero diferente. Lo que entregas al Universo, te devuelve con otra luz, de un color más brillante. Pero, para compartir amor, tienes que aprender a amarte primero.


Hay una distinción entre dar por dar y dar con amor. Esa diferencia parte de la motivación con la que te entregas a cada experiencia. Es tentador crear expectativas que te llevarán a un paraje idílico, donde cumples con las obligaciones que te has impuesto.


Aprendí que el tiempo no es la moneda a cambio. Dejé de echar la culpa a ‘no tener tiempo’ cuando me di cuenta de que siempre hay minutos para hacer lo que quiero. La cuestión es si me amo lo suficiente para dedicar ese tiempo a mí.


Desde aquel entonces, reconozco la confluencia del amor y el tiempo. Me sobra tiempo para amarme. No bastan los ratos en los que puedo arrastrar una responsabilidad irreal y castigadora para convencerme de que no son los mismos ratos que también puedo disfrutar conmigo, contigo o con quiera.


Recuerda que cada segundo es tuyo para hacer lo que te apetezca con ello


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