Amor Realista
El cuento de hadas del amor difumina paulatinamente con los años. Desde las experiencias iniciales cargadas de ilusión que pasan como estrellas fugaces hasta los intentos de encajar dos realidades distintas en una misma convivencia de adultos con sus mochilas bien cargadas. Esta desmitificación lleva a los menos valientes a la evasión segura que evita el riesgo de la decepción del fracaso tan temido y repetitivo.
Cuando empiezas a indagar en ti, en lo que yace detrás de las culpas que echas fuera por las rupturas o la resignación de que ha de ser así, más complicado se hace abrirte a conocer a gente. Tomas consciencia de los patrones que se te presentan en nuevas caras que decoran las personalidades que vuelven a manifestarse en tu vida una y otra vez.
Cuando te das cuenta de que el enamoramiento es un proceso de aprendizaje de lo que no consigues comprender de ti, la ilusión de compartir algo mágico deja de ser una hoguera y se queda en una llama titubeante. La duda no si los gustos son compatibles, sino si te aportará lo suficiente para espantar al fantasma de tu historial amoroso.
Estar enamorado es enfrentar la confluencia necesaria para generar seguridad con mantener el misterio de lo desconocido en el ardor del deseo. El gran reto de cualquier pareja es resistir la rutina y el apagamiento del niño travieso que todos tenemos dentro. El compromiso no es una sentencia de muerte, sino un acuerdo de cuáles son los límites. La perdurabilidad de una pareja depende de una comunicación abierta de los deseos y las necesidades de cada parte en cada fase de la relación, algo que suele flaquear cuando la relación nos lleva por experiencias imprevistas e incómodas. Esta carencia es lo que agrieta los cimientos de una relación hasta que se caiga por su propio peso si no se recupera ni siquiera la ilusión, sino la sinceridad.
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