La lluvia de la honestidad
En las proyecciones que hago en otros, otorgando grandes poderes sobre mi estado de ánimo, he aprendido que les imponía la responsabilidad de la ceguera del amor propio y el de mis queridos. Transformaba cada gesto de cariño en un llamamiento de insuficiencia al intentar ser ese guerrero imbatible e independiente.
Comprender esta realidad exige experimentar ese mismo rechazo tan mío. Para cerrar el círculo ha sido imprescindible sentirme encarcelado en la jaula de la proyección de alguien que amo. La lección se ha repetido hasta que viera que culpar es responsabilizar a otros por lo que me castigo. A diferencia de la aceptación que es dejar fluir el aprendizaje de cada situación sin tratar de imponer una voluntad sobre lo incontrolable e inevitable.
Observaba como mi amor incondicional se ahogó en el corriente de un río, cuya agua blanca no es más que la proyección de lo que amo de ti. Tus miedos nunca eran reales porque lo que temías de ti había aceptado como partes de un cuadro sin terminar, una obra maestra de colores brillantes y líneas finas marcando la definición de tu exquisita existencia. No entendía tu martirio al entregarme las armas con las que creías que te derrumbaría cuando eran las armas con las que anhelaba conquistar los demonios de los dos a tu lado, dos bersekers poseídos por el amor puro y la luz radiante de la felicidad.
Así entendí que las nubes que tapan el sol de la autenticidad existen para que no nos veamos a nosotros mismos y la lluvia que cae nos llena los ojos de prejuicios que impiden que veamos más allá que las proyecciones en otros.
Qué caiga esa lluvia sobre mi cuerpo y me aclare los prejuicios para que contemple con honestidad a mí, a ti y a todos, carente del filtro de la proyección que necesitaba para poder mirarme en el espejo que soy y así liberarme de depender del reflejo en los demás. Soy yo, eres tú y somos nosotros y puedo amarnos por quienes realmente somos.
