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La Lluvia de mi Autenticidad

A lo largo de mi vida la retórica interna desinflaba los globos coloridos con los que esperaba alcanzar las nubes. La crítica y el castigo eran como cadenas que me arrastraban al barro del desespero. Siempre era tan fácil resignarme a fustigarme por no creerme merecedor de los rayos cálidos del sol de la esperanza.

Buscaba lo que no tenía o lo que no podía hacer como la base del fracaso en el que me había acomodado. Era ese que tapa la vista de la luz para poder mantenerse en la oscuridad, inconsciente de la abundancia de la belleza de mi realidad. En una sociedad que me enseña que vales lo que tienes, siempre me sentía en la carencia. Mi desinterés por lo material siempre alimentaba la fogata del infierno de no poder ser quien pensaba que debería ser.

El ridículo de no aceptarme e intentar crear la versión de mí que mejor se adapte al entorno es el veneno que me intoxicaba y me anulaba los sentidos. Al darme cuenta de ello, sentía como la lluvia de purificación caía encima de mí y se deshicieron las capas podridas de la decepción detrás de las cuales se moría mi cuerpo escuálido y malnutrido.

Silenciar el juicio de mí mismo era desnudarme emocionalmente, poder contemplar la belleza de la inocencia de la esencia del ser que personifico y encarno.

Mirarme con las perfectas imperfecciones era comprender que el aprendizaje consiste en reconocerse ni por bien, ni mal, sino por la autenticidad de quien soy. Entender que querer ser de una cierta manera era intentar manipular el destino y alejarme del sagrado camino que me lleva a la iluminación, al reencuentro con el amor incondicional y puro.

Levantarme del suelo y soltar los globos de una esperanza irreal era abrir mis sentidos al paraíso de mi sentir, ese camino por el bosque encantado de mi vida, repleto de la riqueza de la sabiduría que contiene cada experiencia como las flores que se alzan hacia el sol del amor propio. También escuchaba las voces hacer eco desde la eternidad para recordarme de los encuentros que he tenido, tengo y tendré con las personas que reflejan las partes de mí que no conozco o que rechazo. Desde la inocencia, carente de juicio, percibo lo necesario para integrar esos cantares en la narración de la historia que se escribió para que la interpretara en esta encarnación.

Por fin, comprendo que la felicidad es la aceptación plena de mi autenticidad y la realidad que ahora elijo vivir, liberado de las exigencias y expectativas de una vida que nunca era mía y, por tanto, no me podría aportar nada más que alejarme de la honestidad con la que encontré la luz deslumbrante del amor que brilla dentro de mí y que alumbra el paisaje copioso y bello en el que habito en la abundancia de mi sentir. ______

IMAGEN: Sin autor de Pinteres

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