Volar de las Cenizas
Así acaba un año que nació del desespero de la pandemia. Llegó ‘Filomena’ para recordarme que soy el mismo niño en un cuerpo castigado. No obstante, nunca titubeaba la inocencia que permanece en los sueños y se muestra en la esperanza sin expectativas.
No echaré de menos 2021. Pero, agradezco cada obstáculo que ha surgido y las lecciones de las maniobras para superar los impasses. Los momentos más duros me han destacado la resiliencia que me caracteriza al no quedarme en el suelo. Me he levantado las veces que hayan hecho falta, incluso arrastrando el lastre de mis heridas.
Los efectos colaterales de la pandemia me han fomentado estudiar mi vida profesional. Los proyectos fallidos me han evidenciado que el fallo no está en la calidad de mi trabajo. De las cenizas de este desastre asciendo como esa ave fénix, más auténtico y consciente de la realidad que elegí vivenciar.
La distancia de mi pareja me ha ilustrado la pureza del amor que no comprende de limitaciones geográficas o temporales. Entiendo que todo llegará cuando tenga que llegar. El tiempo en soledad me han dado la oportunidad de cerrar un ciclo de duelo con la familia que ya abarcamos con un puente distinto y una relación renovada.
He canalizado parte de mi ira, desviándola del autocastigo y la tendencia de ignorar mi propio valor. Ese fuego ruge en vitalidad, en resiliencia y determinación en la gran fogata del amor. Al mirarme sin juicio, reconozco la belleza de lo que he compartido con mis pacientes, los participantes en mis talleres, mis amigos, mi familia y, sobre todo, en el apoyo incondicional que ha sido mi pareja.
Mirando atrás no es sentirme víctima por lo sucedido, sino héroe por haber logrado sacer provecho de todo y ser quien realmente soy sin tener que embellecerme con ningún disfraz.
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