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Viajar es Aprender

“Cuánto más lejos viaja uno, menos se conoce a sí mismo” (Lao-Tse)

Hay mil frases que invocan ganas de viajar y mil más que fomentan la tranquilidad de lo conocido y la renuencia a embarcar hacia aquel lugar tan temido: Lo desconocido.

He decorado un libro con excusas para justificar no aventurar fuera de las fronteras que limitan mi aprendizaje y el conocimiento de quien soy. Tantas veces he culpado la falta de dinero o tiempo. Con la maestría de la mentira creía carecer de la libertad de la consciencia. La jaula en la que existo es la que me protege de la tormenta que existe dentro de mí.

Llegar a una ciudad cuyas calles son un laberinto con pasillos brillan con misterios sin resolver y con personas con las que compartir experiencias enriquecedoras es saborear el aprendizaje con los cinco sentidos. Me apasiona parar en una plaza y tomar el tiempo para mirar las caras y sus gestos comprensivos. Me intoxica el barullo de movimientos y de palabras que escapan mis conocimientos. Adoro llenar el olfato de sensaciones ajenas.

Hay un placer sensual en la ebriedad del torrente de emociones que provoca no saber ni dónde estás ni para qué estás allí. Allí hay una libertad absoluta de las responsabilidades del día a día que en ese momento son recuerdos.

Viajar es liberarte de las limitaciones que son las barras de la jaula en la que te encarcelaste, donde te albergas cuando temes expresarte plenamente. Es tan fácil aceptar la realidad en la que escondes tu brillo, tu perfecta imperfección, tu auténtica belleza.

Al ser tu encarcelamiento, eres el único que puede abrir el cerrojo y dejarte deambular por las calles desconocidas, escuchar los cuentos y experimentar las maravillas que desvelarán los secretos que aún desconoces de ti. Toma el paso hacia el horizonte y vive la aventura de tu vida.


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