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Todo Llega Cuando Tiene que Llegar


Lo inesperado llega cuando menos lo esperas, en el momento perfecto. La mirada de alguien en la que no te habías fijado o una conversación que invita a una experiencia enriquecedora. Siempre cuando has renunciado eso que tanto buscabas, aquello que te ha llevado a cuestionar los fundamentos de tus creencias por si acaso algún dios se mostraría al obsequiarte el amor o la felicidad que sentías que necesitabas para dar sentido a esta existencia. La exigencia que nace del desespero de la soledad que te has impuesto a pesar de los que te rodean o de la carencia que has inventado para hacer sombra a tu perfecta imperfección.


Aunque la vida sea para los valientes, no significa que sea una aventura en busca de tesoros perdidos o artilugios exquisitos. El coraje yace en la resiliencia de aceptar quien realmente eres y actuar desde tu honestidad. Lo cual te obliga a mirarte al espejo sin el maquillaje del personaje que has creado para encajar en el mundo. Cuando sueltas los medios que has empleado para intentar desviar tu destino hacia un lugar que nunca existió, un paraje de la mente de una situación que ni te corresponde, ni te haría feliz, puedes abrirte a recibir la riqueza del maná que siempre estuvo delante de tus propios ojos. Los que cerraste por miedo de reconocer que no eres aquello que creías que cumplía los requisitos de la vida que anhelabas desde la ignorancia.


Cuando dejas de buscar todo lo que ya tienes, te encuentras con lo que necesitas. Tesoros que te conectan con la felicidad que brilla dentro de tus preciosos ojos, detrás de los cuales baila la luz de tu alma a la canción del amor propio que ya puedes cantar en lugar de los versos de misericordia por lo que se te escapa de las manos, lo que tan feliz hace a cualquiera que no sea esa bella figura que contemplas en el espejo, el amor de tu vida, tú mismo.

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