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Soy Todos Mis Yoes

Me miro en el espejo y me doy cuenta de que ya no soy ese niño rubito con la mirada perdida por timidez. Tampoco soy el joven aventurero que buscaba saciar la sed de emociones fuertes en un sinfín de actividades extremas y, a veces, peligrosas. Lo que veo es una cara cansada con la mirada caída sin la chispa que prometía prender fuego allá donde iba.


He explorado muchas versiones de mí que han encajado en los entornos correspondientes a cada momento de la vida. Después, solté la necesidad de acoplarme a lo ajeno y presté atención a mis voces internas que tanto había intentado callar.


Es muy fácil caer en la rutina de ajustarme a las personas que me rodean, bien sea de familia, amigos o la pareja. Me he transformado en innumerables Míster Hyde por la vergüenza de mostrar la autenticidad de mi Doctor Jekyll. Siempre trataba de complacer a otros y satisfacer los deseos que proyectaba o, por lo menos, creía identificar en ellos.


Así, me alejé de mí, difuminando la distinción entre mi personalidad y algún personaje. Me costaba reconocer a la cara que miro en el espejo. Me he convertido en aquel ‘viejo’ que antes criticaba ferozmente por no disfrutar la vida.


De repente prefiero acostarme pronto y aprovechar de los días en lugar de apurar las horas crepusculares para que no terminara la fiesta. Soy el aburrido que goza de la calidad de un buen vino, una película que evoca la reflexión, otro libro de psicoterapia, o tiempo de calidad con la familia.


Sin embargo, no olvido quien he sido porque las versiones anteriores permanecen en mi ser e, incluso, se asoman de vez en cuando y me voy a un concierto de música cañera, me tomo unas cañas de más. La vida consiste en reunir todo lo que te ha encendido la chispa acorde con la realidad del Aquí y el Ahora.



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