Rompiendo el Capullo
Lo más complicado es elegir el mejor momento para salir del capullo y mostrarte como eres ahora en lugar de la carcasa que todos conocen y esperan de ti. La vida es una serie de transformaciones, algunas más drásticas que otras. Pero, indiferentemente, son transformaciones de ida sin vuelta. La mariposa que no se atreve a romper el capullo no vuela. El cangrejo que se acostumbra a su concha no crece. La persona que no madura sacrifica la sabiduría que le premia la vida en aceptación.
El cambio es tan comprometido porque no se limita a ti mismo, sino al entorno. Cuando aceptas que no eres cómo te definías antes, también rompes los vínculos existentes con la gente. Algunas personas asumen tu transformación con amor y enlazan contigo de una manera adaptada. Otras, por pereza o, tal vez, inmadurez, se quejan de la desaparición de tu pasado y se convierten en lastre.
Reconozco que soy el único responsable de crear las expectativas de quién soy, aunque sea desde el miedo de mostrar mi autenticidad. He aprendido que por mucho que embellezco el personaje que presento al mundo, no sustituye la autenticidad que brilla por dentro. Así, suelto a todos que no quieren aceptarme por quién soy. Soy imperfecto y me equivoco mucho por el sencillo motivo de ser humano. Busco mi camino, atravesando el bosque de las experiencias y las emociones que abundan en esta aventura vital.
Tomo consciencia de que nada es para siempre, sino existe en la eternidad de este instante. Nada está garantizado. Cada día desafía las expectativas que aplico a mi vida con dureza para recordarme de que el libre albedrío es aceptar sin juicio todo lo que me suceda. Mis experiencias cultivan el conocimiento de mí que me anima a aceptarme y, quizá, incluso amarme.
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