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No necesito lo que Deseo

Confundo lo que deseo con lo que necesito. Las partes de mí disputan la veracidad de los mismos deseos. Me convenzo con destreza de que aquello que anhelo será la clave de la felicidad. Más aún al ver que ha hecho feliz a tantas personas de mi entorno. “El dinero no te hace feliz” dicen. Pero, ayuda mucho ¿no?


La vida se me hace cuesta arriba a veces cuando me empeño en perseguir ideales y deseos introyectos y, por tanto, ajenos. Pero, como todos, me aferro a lo que reconozco en lugar de los misterios que alberga mi ser.


La necesidad es algo indispensable para la supervivencia, como la comida o el acompañamiento. El deseo es aquello que me gustaría tener, como el amor que tanto busco por fuera. Si la distinción es tan clara ¿por qué siento que, si no me aman, me moriré de pena?


Las necesidades básicas están cubiertas en la mayoría de los casos en la sociedad moderna y tomamos por hecho que saldrá agua del grifo y la gente del círculo íntimo nos cuidarán en la infancia.


Entonces, la mente inquieta transforma un sueño inocente en una adicción. Este proceso crece con los medios de comunicación dedicadas a alimentar las inquietudes capitalistas. Nos bombardean con mensajes que nos explican que la felicidad está en el último modelo de iPhone o que seremos tan atractivos como los supermodelos si llevamos el mismo perfume o ropa que ellos.


Somos un rebaño de ovejas comprando con dinero prestado aquello brillante que promete satisfacer la carencia colectiva creada por el consumismo. Os invito a ser la oveja negra, la que van contracorriente, indiferente de sus hermanas.


No hay un brillo más bonito que cada amanecer, no hay un amor más puro que el que está dentro de ti. Lo que te hará feliz es tomar consciencia de la belleza del paraíso de tu sentir.


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