¿Necesito lo que Deseo?
Hay una línea extremadamente fina entre lo que deseo y lo que necesito. Es una diferencia que difumina por la avalancha incesante de estímulos que me despierta carencias irreales. En la infancia mis necesidades eran reales: cariño y refugio. Todo lo demás es prescindible. Cuando asumía las responsabilidades, me imaginaba en un lugar distinto y adaptaba mis necesidades en función de los introyectos. Es imposible establecer cuando este proceso se adueñó de mí. Pero, tampoco me interesa ese detalle.
Lo que necesito es recuperar una mirada auténtica sobre la realidad que he elegido para mí. Para volver a mí, es esencial filtrar las necesidades reales y desprenderme de los deseos que me consumen sin aportarme nada a cambio.
Es sorprendente lo rápido que una idea se convierte en una obsesión y algo sin el que aparentemente no podría vivir. Lo único más rápido que eso, es la decepción de darme cuenta de que esa experiencia tan deseada no me ha saciado la sed sino, por esa falta, la ha exacerbado.
Con tanta dispersión y distanciamiento de lo fundamental, se me olvidó la importancia de lo básico. Dejé de agradecer los recursos vitales. Observaba el amor y el cuidado que recibía bajo expectativas irreales e inalcanzables. Es precisamente esta contaminación de lo real que abrió el vacío que intentaba llenar con lo superficial y vacío. Dejaba de sentir la comodidad del refugio del amor de mi entorno íntimo para buscar los fuegos artificiales y la intensidad por muy efímero que me resultase.
Tomar consciencia de la adulteración que padecía en la definición de mis ‘necesidades’ era un paso de gigante. Pero, el camino hacia la reconciliación con la realidad es infinito y sinuoso. Cada día me detengo para corregir mis pretensiones y alinearlas con mis ilusiones y mis necesidades reales.
Es muy fácil convertir un espejismo en un paraíso y jurar que algo o alguien me traerá paz. Lo difícil es reconocer esa paz dentro de mí y refugiarme en mi propia luz dentro de la oscuridad de lo desconocido.
