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La Trampa del Tiempo

La cuarta dimensión no se mide de manera uniforme. El tiempo vuelva cuando lo pasas con alegría y lastra cuando no te queda más remedio que reconocer que así no es cómo te lo esperabas. Es un concepto que depende íntimamente del contexto y su influencia sobre las emociones. El tiempo abruma tanto por su ausencia como por su afluencia.

 

Estar presente no es ignorar el pasado ni el futuro, sino no perderte en aquello que cae fuera del aquí y ahora. El pasado te ha condicionado para que llegaras a ser quién eres hoy. Pero, no es tu identidad, sino meramente una parte de ella. Lo único que perdura del pasado son los aprendizajes que surgieron de las experiencias y los asuntos que quedan por resolver y encajar en tu realidad. Aunque sea una biblioteca de sabiduría, el pasado no es más que textos ya escritos e imposibles de cambiar. Es importante aprender a soltar la compulsión a perfeccionar o corregir lo que ya ha sido.

 

El futuro es un campo fértil de oportunidades infinitas. Pero, sólo puedes cosechar lo que hoy siembras. Es tentador escaparte de un presente desagradable creando una realidad idealizada sin darte cuenta de que no son más que expectativas inalcanzables que sirven para esclavizarte al empeño de ser quien no eres.

 

El intento de mejorar tanto el futuro como el pasado es una delusión evitativa. Sólo puedes elegir cómo relacionarte con la realidad actual. Además, si no prestas atención al presente, no lo vivencias y, por tanto, ni aprendes, ni sales de los patrones que te impiden vivir en abundancia y tranquilidad. Echar la culpa a los traumas es convertir tu protagonismo en victimismo. Fantasear es postergar la acción que te liberará de la carga emocional que te arrastra.

 

Las respuestas no existen más allá que lo que hay aquí y ahora. Pregúntate lo que necesitas ahora mientras sigue siendo relevante.

 

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