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La Responsabilidad de Ser Yo

Hay una línea fina entre aceptar la responsabilidad de ser coherente y de culpar a otros, la vida, el destino o tu dios. No es fácil reconocer la cruda realidad en la que eliges vivir. Hay elementos que te gustan y otros que luchas para ratificar su sentido, aunque sepas que te aporten aprendizajes.


La mirada no es para que te vean

Hay una curiosa tendencia social de priorizar ser indirecto para evitar incomodar a los demás. Esta misma represión causa justo lo contrario. Ni el cuerpo se alinea con lospalabras delicadas que diriges a otros, sino desvela lo que yace detrás. La única excepción son los discursos interiores cuando tus críticas son realmente mordaces. Aún así, incluso estos monólogos tienden a posarse en la culpa ajena. Reniegas la responsabilidad de ser como eres, en un intento de aferrarte al guión que usas para definirte.


Prefieres culpar a dios, el destino o la misma vida para no cargarte con la responsabilidad de asumir tus fallos. De este modo, justificas no ejercer el coraje necesario para superar la racha mala que no te atreves a superar y así dejar el papel de víctima.


En lugar de reconocer no cumplir una promesa, recriminas un lapso de memoria o el estrés que te impide actuar tal y como proclamaste. Embelleces tus actos con intenciones de buena fe con tal de evitar mostrar que no eres ningún santo, sino una persona cualquiera. Se te olvida que tus imperfecciones te dan credibilidad e identidad. Eres humano y errar es aprender.


La autenticidad es ser sincero y aceptar que decepcionas no sólo a ti mismo, sino a los demás y no pasa nada. Hablar honestamente con la gente te ayuda a hacer lo mismo contigo mismo. No hay nada más bello que posicionarte con respeto y tacto incluso cuando supone el desacuerdo. No destelles para que te vean porque siempre brillas para los que te quieren.

 

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