La Resiliencia en la Oscuridad

Hay tramos de mi vida que desafían mi resistencia. Se acerca un cambio vital y lucho hasta saciar mis fuerzas antes de rendirme a lo inevitable.
El sol deja de ser placentero y quema mi piel sin piedad. Los días se hacen eternos esperando otra noche de dar vueltas tratando de encajar mi identidad dentro de esta nueva realidad ajena a como me lo había imaginado que iba a ser.
He desempeñado tantos papeles que me cuesta reconocer cuáles son reales y cuáles inventé para tapar la sensación de vacío dentro de mi al darme cuenta de ser un extraño. Me río a carcajada por fuera para esconder el desespero por dentro. Es mi mecanismo de defensa por excelencia. Incluso me engaño a mí mismo más que al publico de ese momento. Al ser el gracioso, nadie cuestiona la mirada perdida y furtiva que evita ver lo que haya delante.
Comprender las lecciones como tal es aceptar mi autenticidad. Pero hay una línea muy fina entre esa aceptación y la resignación del que anhela un espejismo que nunca existió. Es mas fácil quedarme en la queja por lo injusta que es la vida y echar la culpa fuera. Hay que ser valiente para responsabilizarme por mi relación con la realidad y actuar en consecuencia de mis deseos, a pesar de que no encajen con los de mi entorno.
Agradezco cada experiencia por haber afinado el conocimiento de mi ser. Pero, también me permito dejarme llevar por la furia que nace de mi frustración al alejarme de mi vida idealizada y florece cuando reaccionó frente a la toma de consciencia de que no he de sentirme en casa en una tierra extraña. Siempre me he sentido como un forastero porque he elegido no reconocer mi dependencia de otros. Desde la soledad que me he impuesto, aprendo a agradecer que me quieran y mostrar que les quiero.
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