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La Mochila

Si pudieras mirar atrás con amor y sin juicio ¿te atreverías a volver a las intimidades que abandonaste? Ahora el rencor no es más que una luz titilante en el olvido. Elige cerrar las heridas abiertas de tu pasado. Agradece las lecciones de las relaciones que has conocido, desde la primera con tus padres hasta la última vez que un adiós te obligó a cambiar el rumbo de tu vida con la desilusión como acompañante.


Sin darte cuenta, has acumulado recuerdos dolorosos y palabras sin pronunciar. Arrastras este equipaje en una mochila debajo cuyo peso redobla tu espalda, y que roza tu piel, abriendo viejas heridas. Las conversaciones no siempre trataban de acusaciones e insultos. Las miradas no siempre buscaban imperfecciones. Antes del desencuentro, hubo un tiempo de entrega, una búsqueda de conexión que te acercó a aquellas personas.


La despedida requiere coraje y, por eso, lo tuviste que buscar en el odio y en la decepción. Pero, el tiempo te permite comprender de qué te sirvió cada experiencia y relación. Todo aquello que no pudiste ver en ti es lo que proyectabas en ellos. Era la única manera de conocerte. Sin hacerlo no habrías podido amarte y, menos aún, amar sanamente a otra persona.


Con agradecimiento y perdón, recupera la mirada íntima con los seres con los que decidiste compartir camino. Mira una vez más a sus ojos, respira hondo y dales las gracias por lo que vivenciaste con cada uno de ellos y lo que aprendiste estando allí. Así, cierras ciclos y te quedas con la alegría y el amor que había. El dolor que evocaba acordarte que la relación no funcionó se transformará en el agradecimiento del permiso que concedía la experiencia a conocerte.


La salida del sol llega después de una noche. No importa lo fría y oscura que haya sido porque bajo la luz matinal se ve todo tal y como es, perfecto.


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