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La Familia Perfecta

La frustración es parte de la vida. Es inevitable. Lo interesante es observar cómo intentas manipular la realidad a una versión idealizada según tus deseos y necesidades. No hay mayor frustración que esa. Pero, es una tendencia tan arraigada en tu ser que no te imaginas ser de otra manera.


No te das cuenta de haber pontificado aquello que tanto te cuesta aceptar: Todo es como tiene que ser. Cada persona que existe para enseñarte algo específico. Pero tratas de imponerle otro papel distinto y conveniente. Luego, te sorprende la decepción cuando no hay más remedio que dejarle encajar en tu realidad a su manera indiferentemente de tus expectativas o exigencias.


El enfado no tarda en amainar cuando son presencias pasajeras en tu vida. Lo que chirria al igual que la china que se ha quedado empotrada en tu zapato es cuando intentas aceptar que los del círculo íntimo, del sistema en el que naciste jamás serán como quieres. Es la cuna de la frustración y, a su vez, la fuente de la sabiduría que te permitirá lograr la aceptación plena.


Te defines como persona en la manera que eliges tomar consciencia de que no puedes cambiar a nadie por lo idílico que creyeras que sería la alternativa. Incluso el amor impoluto es incapaz de desviar de su cauce el aprendizaje que albergan para ti los que más quieres. Agradece lo que te enseñan por ser como son y no como esperas que sean.


Sé valiente y amoroso, suelta el deseo iluso de cambiar lo ajeno para ver con claridad el propósito de cada vínculo. No temas aceptar que todo es perfecto, tal cual. La familia no es peor por no ser como quieres, sino una base ideal para que conozcas cada último rincón de tu ser, incluso los más oscuros donde nunca te has atrevido a aventurar.


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