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La Familia

Dicen que la familia no la elegimos. Pero la realidad es otra. El entorno familiar es justo lo que necesitaba para sembrar las heridas que me han hecho quien soy. Allí estaban cuando perdía la inocencia y empezaba a formar la coraza. Ésa que llevaba mientras aprendía lo necesario antes de quitármela y desnudarme al mundo, soltando cada resquicio de la ilusión de control que plagaba la ignorancia. Esa defensa era esencial para permitirme aislarme de ese mismo mundo que proyectaba para poder observarlo todo. Desde detrás de la máscara de guerrero, podía identificar las partes de mí que proyectaba en los demás.


Durante la infancia mi sed de guerra fomentaba acusar a mis padres de lo que no soportaba de mí mismo. Todo lo que me enfurecía de ellos eran las partes de mí que no quería aceptar. La vida me ha llevado por un camino que me muestra lo suficiente para comprender lo que es el rechazo y el abandono que mi familia nunca me expresó más allá que en las proyecciones de esas actitudes que imponía sobre mí mismo.


Acepto la importancia de todos los que han pasado por mi vida, mis amores y mis amigos que me han ayudado a quitar el polvo del espejo que escondía por miedo de verme en mi bella autenticidad. Ha sido imperativo sentir la decepción de uno que me iba a acompañar siempre para comprender que el camino es sólo mío y valerme por mí mismo es lo que necesitaba para quitar mi armadura y soltar la necesidad para luchar todos los días. Las que han intentado amarme por la luz rojiza que brilla detrás de las compuertas de mi sentir me han enseñado a reconocer la belleza del amor que siempre había dentro de mí.


Este camino tortuoso me ha acercado a la familia. Transitar el dolor del desamor y la decepción me ha otorgado saber que el amor de la familia es el amor auténtico de mi honestidad, de todas las partes de mí, que son partes de ti, partes de todos.



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