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La Copa de Fuego

Soy fuego, aunque, a veces, me siento como una vela en medio de una tormenta. Por poco que brille esa llama, no deja de ser la fuente del calor que alimenta mi vitalidad y alumbra la noche incluso durante las tempestades.


Me costó tanto soltar el miedo que me daba la fogata dentro de mí, una fuerza que parecía personificar la ira que consumía mi felicidad. Algo que debía contener al no ser que quemase a otro e hiciera que no me quisiera.


Fue precisamente cuando aprendí a no darme la espalda para estar pendiente de los demás que comprendí que una fogata no es una pira. Tomé consciencia de que la realidad es la perspectiva que eliges tener frente a cada experiencia. Del mismo modo que la leña se deshace de forma violenta, crea una fuente de calor donde cobijarme en la larga noche. También ofrece un lugar donde cocinar y preparar lo necesario para sustentarme, bien sea comida o filosofía para alumbrar la oscuridad en la que reina esa falla.


Somos luz, cada uno es una estrella del firmamento, cada uno alumbra su oscuridad y, a la vez, regala esa claridad a otros. Entiendo que los hay que sólo ven las sombras que caen detrás de las barreras que erigen para protegerse de los demás. Lo he hecho con la envidia que compartimos, el veneno que contagia el vino más rico. Aquel que ofrecía a otros como la sangre cosechada de mis sacrificios y sufrimientos. Hasta que me di cuenta del gran placer de saborear el intenso sabor de un Priorat, compartiendo el momento contigo, mi amor propio a la luz de la vela, esa que jamás se apagó llueva, truene o relampaguee.


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