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La Armadura Impenetrable

La piel es suave al tacto, pero es la armadura más resistente. Los escudos de los grandes guerreros llegaron a ceder al igual que la armadura falló a otros como Haraldo II en Hastings.

Tengo heridas a través de las cuales un veneno entró en mi esencia años atrás. Se curaron dejando marcas que me identifican tal y como soy hoy. Pero ese veneno sigue recorriendo mis venas. Son los pensamientos que surgen al escuchar una melodía, oír una cierta palabra o sentir un roce.

Hay lecciones que me llegaron cuando aún no estaba preparado. Son aprendizajes como un golpe que te deja sin aliento. Experiencias que dejan rastro para siempre, semillas de tomas de consciencia que se desvelarán cuando haya vivido lo necesario para ver aquello que yace al otro lado de los párpados cerrados. Las heridas de la infancia son las primeras palabras del libro que detalla el propósito de mi vida. Inician procesos que me acompañarán toda la vida. Son la referencia contra la que comparé todas las experiencias que me otorga el destino para comprender la sabiduría que está escrita en mi cuerpo en forma de las cicatrices que dejaron esas heridas.

Por miedo, no he mirado los mensajes ensangrentados, temeroso por replicar el dolor terrible que sentía cuando descubrí que las heridas no sólo son cortes y cardenales, sino una carga psicológica que condicionaría me vida. Pero, parte de la aceptación plena de uno mismo es asumir la importancia de todo lo que sucede y darme cuenta de que hay un propósito detrás de cada experiencia. El sufrimiento es no aceptar que por muy doloroso que haya sido un suceso, también ha sido fundamental para animarme a abrir los ojos y quitar las legañas de la ignorancia.

Cuando elegí abrazar el dolor como parte del proceso es cuando comprendí que todo es perfecto. Cada experiencia y encuentro ilumina otro rincón de mi ser y de mi autenticidad

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