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Ir de la Mano

Sólo hay una cosa más difícil que amar sanamente y es dejarme amar. Por una parte, vengo de la toxicidad de amar desde la carencia y buscar, como me han enseñado, mi media naranja, alguien que me completara. Por la otra, me han inculcado la negatividad del egoísmo que ha empoderado la insuficiencia de mi herida.

 

Llevo media vida aprendiendo a apreciar las partes mías que rechazo o anulo para no sentirme demasiado luminoso y amenazar el brillo de cualquiera que se me acerque. Esa voz de crítica mordaz ha sabido mantenerme a la sombra, comparándome con desprecio frente a los espejismos que he proyectado para crear personas perfectas. Así es más fácil perderme en el vacío que yace dentro de mí. Un espacio que quedaba para que alguien lo decorase con flores con pétalos generosos y de todos los colores del arcoíris.

 

Desde allí, perseguía el placer abrumando a la gente con estímulos y alegrías. De esta manera, amainaba el dolor de la carencia y mi pereza espiritual. Amar tan intensamente no difiere del relámpago en una noche oscura. Deslumbra y no me dejaba orientarme en mi propio paraíso.

 

El amor es el amanecer, cuando los rayos de sol tiñen las nubes de colores bellos y me recuerda de la hermosura del hogar que he decorado con cada experiencia de mi vida. He creado un lugar donde te invito pasear conmigo y compartir las lecciones que me han servido e, igual, te pueden valer también.

 

Me pierdo en la compulsión de llevarte de la mano y mostrarte las maravillas que no reconozco como mías. El orgullo que necesitaba para elaborar tal paisaje se convierte en una barrera que impide que me ames como quisieras. Me cuesta desnudarme delante de ti y mostrarte aquello que te enamoró de mí.

 

Confío que aprenderé a bajar la guardia y descubrir los secretos de ensueño que se esconden en este camino que compartimos.

 

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