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Fertilizando el Vacío

Hace tiempo imaginaba un nirvana de lo que sería conectar con la tranquilidad y vivir sin angustia y conflicto. Siendo un huracán de emociones, parecía un espejismo. Tras trabajo profundo e indagación conseguí apaciguar la tormenta e incluso extinguir fogatas dentro de mí. Pero, la parte de mí que llamaba Mr. Hyde siempre susurraba desde la oscuridad como el monstruo más terrible de las pesadillas tenebrosas.


Siento una envidia ‘sana’ hacia aquellos que eligen permanecer en la dichosa ignorancia. Parece fácil contrastar las preocupaciones con compras de ‘Black Friday’ o de narcotizarse con dulces, alcohol y encuentros sexuales de lo menos emocionales. Todo para embellecer la cara con la última sonrisa que está de moda, ésa que lleva con gracia un personaje cuyo mérito consiste en crear un modelo imposible de felicidad.


Escogí el camino sagrado y solitario del despertar con la delusión de viajar a una utopía donde los días albergan conciertos de música alegre y bailes animados. Con el tiempo, he tomado consciencia de la realidad tal cual. Por mucho que brille el sol, se pone al final del día.


El aprendizaje no es querer llegar aun destino que no existe, sino apreciar donde estoy aquí y ahora. Aceptar tanto la alegría del amanecer como la soledad de la noche fría e inhóspita es reconocer la autenticidad. No me juzgo ya por mis cabreos, por la reticencia a levantarme algunas mañanas. Vivenciar el sentir no tiene porqué ser siempre un banquete de placeres. Es imposible disfrutar la paz sin reconocer la coexistencia de la guerra. El querer nace de experimentar la carencia. Así convertimos el vacío estéril en uno fértil, repleto de oportunidades y de lecciones.


Comprendo que soy cambio, me bamboleo entre la satisfacción y la inquietud con cada paso que doy de vuelta hacia mí mismo, allá en el centro del paraíso del sentir.


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