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El Legado de Aprendizaje

De vez en cuando merece la pena pararte un rato, respirar hondo mientras recoges valentía de cada rincón de tu ser para mirar atrás, más allá de tu tiempo para comprender de dónde vienes. Se te olvida que llevas una parte de todos tus antepasados dentro de ti. Sus voces hacen eco en el paraíso de tu sentir.


No hacía caso al principio al escuchar el viento susurrar con la voz de mi abuelo materno, o ver en una estrella el brillo de la sonrisa de mi abuela. También, ver en el espejo un gesto indudablemente de mi padre ralentizaba el tiempo unos segundos. Lo suficiente para que surgiera la duda de qué me separa de cada uno de ellos.


Ser consciente exige reconocer la diferencia entre las voces dispares del coro musical que hace la banda sonora de tu vida. Con aceptación, amor y paciencia puedes identificar algunos tonos e incluso imaginar cómo ése se movería al pronunciar esa frase que te llega a través del silencio.


Mis traumas crean rechazo al sufrimiento que sentía en la interpretación de las experiencias que elijo guardar. Sin embargo, son aquellas voces que me recuerdan de lo que hemos aprendido, tanto las partes de mí, como las personas que permanecen en ellas. La gran familia que me acompaña en la gran aventura que es conocernos.


Cada parte de mí aporta un vestigio de sabiduría que quita otra capa que protege mi autenticidad. Este ropaje con el que pretendo embellecer lo que aún no reconozco en mí. Muchas veces es lo que anhelo encontrar en otro, incluso lo que admiraba en alguien que, hoy en día, sólo existe dentro de mi sentir.


Revisitar el pasado es tomar conciencia de que el dolor era una lección. Para respetar el sufrimiento, tomo la responsabilidad de aprender de ello para mi linaje y para mí.


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