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El Hormigueo del Pasado

Los patrones de comportamiento no sólo son los hábitos que te mantienen en tu zona de confort. Hay experiencias que permanecen en gestos y posturas como ecos de un grito que te callaste. Los recuerdos sensoriomotrices socavan el ensanchamiento de tu campo emocional. Sin darte cuenta, el ‘no puedo’ se muestra en la rigidez repentina de tu pecho y te refugias en la cobardía de la indefensión.


Cuando no te sentías en condiciones para asumir un aprendizaje, elegiste atenuar la intensidad de una experiencia con la esperanza vana de que desapareciera. La mente encubre la explicación con perspicacia, pero eres mucho más que tus pensamientos. Por eso, tu corazón late como los pasos de una yegua espantada sin que sepas el motivo. Tampoco adivinas lo qué te impide pronunciar la frase “no quiero” o el pretexto de agarrar tus piernas hasta ver el emblanquecimiento de tus nudillos.


Libérate de la necesidad de definir las sensaciones o asociarlas con una experiencia traumática o un encuentro inoportuno. Todo sucedió para que sintieras que, a pesar de tus dudas, puedes con todo. Eres la perfección de una obra de Kintsgui, las cicatrices de tu sentir están embellecidas con la sabiduría.


No puedes soltar un recuerdo repasando la experiencia de la misma manera. Justificar tus reacciones a una situación extrema avalan su repetición al evocar sensaciones parecidas. No puedes cambiar lo que hiciste o no. Escucha tu cuerpo que retuerce para enseñarte las alternativas que no reconociste antes. Echarte la culpa es no comprender que, para correr, tienes que aprender a andar antes.


Aunque siempre hay una elección, el miedo esconde lo desconocido. Es fácil decidir desde la tranquilidad, pero no lo es cuando te encuentras en el ojo del huracán. Nunca es tarde para aceptar que actuaste para sobrevivir y así aprendiste orientaciones alternativas de las que hoy dispones.


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