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El Estigma de la Terapia

Después de la triste noticia de Verónica Forqué, decidí escribir algo sobre el estigma de la psicoterapia. Son tantos los nombres asombrantes que no han sabido gestionar el malestar mental hasta tal punto que no han encontrado alternativa que acabar con su vida, dejando no sólo un vacío, sino la desgarradora pregunta que jamás se contestará ¿por qué?


La obra maestra de Alguien voló sobre el Nido del Cuco, tanto en formato de novela (Ken Kesey) como de película (Miloš Forman), es un ejemplo perfecto del estigma social de la salud mental. El personaje de Randle McMurphy entra en un psiquiátrico no por su estado mental, sino como delincuente y el panorama que encuentra allí forma la base de la creencia común de la locura.


Con un resfriado persistente o un dolor puntual, nadie duda en acudir al médico. Sin embargo, cuando se trata de una preocupación persistente o un duelo difícil de superar, la visita al psicólogo parece excesivo. Se considera reconocer una enfermedad mental. No es blanco o negro. Hay un abanico de matices entre una cosa y otra, al igual que hay entre un esguince y leucemia. El problema tampoco es reconocer padecer una enfermedad mental, sino sentir la necesidad de esconderla.


Soy un psicoterapeuta de la Gestalt. Para algunos es como si practicara vudú. Es una profesional que exige una larga formación, prácticas y supervisiones. Pero, sobre todo, una profunda presencia sin juicio. Hoy en día, hay terapeutas para todas las especialidades y preferencias. Cada persona está libre para elegir a quién llamar para atender su proceso como lo vea más adecuado.


No te quedes en silencio, no estás sol@, nunca lo has sido. Habla con la gente que te rodea, no tengas miedo de pedir ayuda de un profesional. No es una señal de debilidad, sino lo contrario. Mostrar tu vulnerabilidad es regalarte la oportunidad de conocerte y, por tanto, amarte.


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