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El Camino es Nuestro

Somos seres relacionales y aprendemos quienes realmente somos al observar los patrones que nos llevan a comportar de una manera u otra delante de las personas que conocemos cada día. Incluso los intercambios banales con los transeúntes del camino a otro lugar ofrecen pistas acerca de las partes que esconde dentro de nosotros. Entonces, ¿qué pasa cuando te encuentras con alguien en cuyas venas recorre tu sangre?


Mateo, hijo mío, has llegado para ser el maestro al que he de prestar atención a cada detalle, aunque desvele lo que aborrezco de mí. Antes de ver tus ojos, imagino ya tu mirada penetrante. Antes de articular palabras me llegan de ti ya las preguntas que evitaba contestar a mí mismo. Vienes para desafiar cada secreto que escondo en mí. Estoy desnudo delante de tu mirada, desde el primer suspiro que escuché de tu preciosa boca.


Cuando acaricio de piel tan suave y el pelito liso de tu cabeza, te cuento historias y odiseas, confiado en que te llegue la filosofía que hay en los relatos. Te quiero transmitir todo lo que he aprendido sin que te condicione. Por eso, me dispongo a que indagues sin piedad en las profundidades de mi ser. Soy un libro abierto para ti. Espero que entiendas que soy tan imperfecto como lo somos todos. No quiero que me idolatres, sino que comprendas que haga lo que haga, siempre le pongo amor, paciencia, y resiliencia.


Sé que chocaremos y discutiremos. Pero, confío que llegaremos a entendernos desde el amor que nos une. Soy tozudo, algo borde y de gustos exquisitos. Pero, dentro de mí hay un amor puro e incondicional. Mi camino hasta hoy me ha enseñado a compartirlo contigo, incluso cuando negaba que existieras. Jamás imaginaba verme contigo en mis brazos y ya estás aquí para desafiar la identidad que dejé en mi amada Madrid. Ahora estoy contigo, Mateo, estemos donde estamos en nuestro paraíso del sentir.


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