El Camino del Tiempo
"La distinción entre pasado, presente y futuro es sólo una ilusión obstinadamente persistente." (Albert Einstein)
En lo que más me parezco a mi madre es la reticencia por estar presente. Ella vive apegada a la irrealidad de su interpretación emotiva del camino que la trajo al presente. Mientras tanto, estoy enganchado a lo igualmente ficticio lugar idílico adonde llegaré al cumplir la condición relevante a ese momento.
La dependencia al tiempo es una tendencia universal. Una escapatoria de una realidad que difiere de lo que habíamos imaginado vivir. Cada uno crea una fantasía a pesar de tener su lugar claramente definido por el destino. La ilusión de ejercer control sobre el rumbo por el que atravesamos el bosque de las experiencias se cae por su propio peso al ser arrastrados una y otra vez de vuelta al sitio que renegamos apreciar: El Ahora.
Muchos embellecen experiencias con un exceso de emociones de tal manera que los vilanos se hacen héroes y las tomas de consciencia se convierten en ‘equivocaciones’. Otros, entre los cuales figuro, tendemos a disfrazar el rechazo personal con una mirada obsesiva hacia un horizonte inexistente. Es decir, una fuga de lo que no puedo controlar me llevará a una situación ansiada.
Esta evasión nos aleja de las lecciones fundamentales de cada experiencia y nos ciega a las señales que marca esta senda hacia la iluminación de la fogata del Amor Propio. Cada paso que empeñamos tomar en una dirección contraria a la que nos corresponde empodera la alienación de nuestra autenticidad. Cada vez que deseamos estar donde no estamos, nos sentimos perdidos porque rechazamos la realidad de estar ya en el paraíso del sentir.
Hacer pellas de nuestro aprendizaje nos convierte en un actor secundario de nuestra propia vida. Un mero figurante en las escenas de gloria y de derrota. Demos cuenta de que este es el único lugar que existe y es perfecto. No sirve de nada proyectar la consciencia a la fantasía para sentirnos enamorados y felices.
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