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¿Deben ser Repentinas las Despedidas?

“Todas las despedidas deben ser repentinas”


La vida es una serie de situaciones y experiencias que nos acercan a conocer nuestra autenticidad. Al igual que cualquiera, vivo una aventura cada día que me aleja lo suficiente de mi centro para que siga consciente de quien soy, sin caerme en la tentación de refugiarme en la efigie de la que creo que debería ser.


Soy afortunado porque he vivido en muchas casas diferentes y me he rodeado de gentes dispares. Cada experiencia me ha permitido explorar una expresión de mi ser. Algunas me han gustado y otras, no tanto. Siempre he pensado que es mejor haber amado y perdido que no haber amado nunca, como dijo Tennyson. Por esto he saboreado las emociones más intensas y las guardo en el baúl de mi corazón con mucho orgullo.


Las fases de la vida son los anocheceres de aventurar hacia lo desconocido y los amaneceres de los darse cuentas de la realidad esta en la que elijo permanecer. Las noches se alargan en el invierno y las hay que me paraliza el frío hasta que pierda la fe que volverá la luz. Son las experiencias que perduran por miedo a perder una parte de mí y por aislarme en un vacío estéril.


MI impaciencia impide que reconozca el vacío fértil que me ofrece la vida con cada cambio. Ser impulsivo me arranca de la pasividad y me lanza a la acción, incluso cuando aún no estoy preparado. Prefiero errar que quedarme quieto. Así, por lo menos aprendo del fallo.


Las noches que se eternizan me obligan a renunciar mis impulsos y alimentarme de la sensación de transición. Tantas veces he huido de un lugar sin saber hacia donde ir. Ahora no dudo de mi destino sino el camino que elijo para llegar allí. Así agradezco que esta despedida se alarga.


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