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Credenciales de Posesión

“Credenciales de posesión ¡Qué tontería!” de Aviones Plateados de El Último de la Fila


Desde pequeño me contagió el ansia de poseer. Quería un juguete como aquel que salía en la televisión. Esta enfermedad ha sido un constante a lo largo de mi vida, transformándose según los gustos contemporáneos. Este estado de deficiencia material alimentaba la necesidad de conseguir el amor que The Beatles cantaba que no se puede comprar.


Mi falta de ambición me ha ayudado a tomar consciencia de la falacia de que la felicidad reside en posesiones. Aunque no pretendo haber padecido la pobreza, he vivido temporadas complicadas y he sacrificado tesoros míos por el desespero.


También he caído una y otra vez en la búsqueda obsesiva de algo que incluso me quita horas de sueño hasta conseguir tenerlo. Luego, al poseerlo la satisfacción aparente se difumina en un vacío que sólo puedo llenar al desviar mi atención hacia otro objeto brillante.


Esta tendencia contagiaba mis relaciones con los de mi entorno, sentía una necesidad de una novedad tras otra. Así huía del aburrimiento y, de lo que es peor, tomar el tiempo para apreciar la sencillez del presente, de lo real.


Buscar estímulos es escaparte de la realidad y fabricar otra idealizada en la que poseo lo que envidio de otros, bien sea ropa, aparatos, trabajos, amores o cualquier chisme que no necesito. Aunque el materialismo no me haga feliz, rechazarlo es condenarme a la pobreza y las intenciones son magnificas, pero no pagan las facturas.


No es casualidad que alejarme del ajetreo, amaina la sed insaciable de lo nuevo y he podido contentarme con hacer lo que amo al tratar mis pacientes y compartir mis pasiones en talleres y, sobre todo, disfrutar del amor insuperable de la familia. Así, reconozco lo que realmente necesito, sin renunciar lo que deseo desde mis sueños de la infancia.


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