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Buen Viaje, Hijo Mío

En vísperas de la paternidad, me encuentro en una temporada de introspección profunda. La frase “la raíz del sufrimiento es el apego” de Buda hace eco en mi consciencia. Contrasta con la esencia de mis preparativos para ser un buen padre. Somos seres relacionales y sociales pues, es inevitable nutrirnos del apego. El aprendizaje más grande de la vida es tomar consciencia de las lecciones que surgen de las relaciones que experimento. Pues, la cuestión quizá debería ser ¿Cómo crear un apego seguro?


La timidez infantil que me caracterizaba era el apego desorganizado que comprendía como lo habitual. Sospechaba de las intenciones de los demás para evitar el daño que me podrían dar e, incluso, dudaba de merecer la atención ajena. Al igual que muchos, me alimentaba de la búsqueda incesante de una dependencia que me rescatara de mi soledad.


Anhelo transmitir a mi hijo que “la media naranja” famosa no es el arca de Noa, sino la aceptación de la integridad del ser. Sé que no puedo debo alumbrar su oscuridad cuando llora de desespero, decepción y de desamor. El camino de cada persona es sagrado y es perfecto para que llegue a conocerse. No obstante, siento la responsabilidad de mostrarle que no hay un amanecer sin un anochecer.


La felicidad ni depende de los demás, ni florece en su ausencia. Hay relaciones que le aportará grandes lecciones y experiencias inolvidables. Algunas perdurarán, otras explotarán o extinguirán. Vivenciará cada una a su manera sin que intervenga por mucho que me duela observar su sufrimiento. No podrá encontrarse sin perderse antes.


Hijo mío, prepárate para esta aventura. Aunque te acompañe siempre, lo haré con el amor que me permite atestiguar tus caídas desde la sombra. Te levantarás cada vez más valiente y sabrás que el único que te puede rescatar eres tú.


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