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La Libertad del Amor Propio


Hoy he sentido la libertad que siempre anhelaba tener. He pasado años de mi vida huyendo de mí mismo para llegar a un sitio mejor. Nada me animaba a quedarme donde siempre he estado. Como un tiburón que no cesa de nadar para poder respirar, he perseguido algo que nunca iba a tener y he intentado ser alguien que no soy. A lo largo de los años he acumulado equipaje. Cada caída y cada frustración se ha convertido en una carga más. Otra piedra pesada en la mochila que llevaba a cuestas. Pero, la última mirada a la rodilla ensangrentaba por haberme tropezado debajo del mundo que llevaba en los hombros me sacó la furia guerrera y rebelo contra el castigo al que me someto. Ya tiro esa mochila al olvido como el fumador que tira la colilla sin prestarle atención. Ya he servido su propósito y sólo aporta la peste de un hábito cancerígeno. Los recuerdos de todo que me ha sacado de mi centro y no he sabido comprender, les condeno al río de la redundancia. Las lecciones que no supe comprender, las vuelvo a vivir con cada más intensidad. Ahora, desde la sabiduría de la oscuridad y la bella esperanza de la luz, integro cada aprendizaje desde la honestidad del Amor Propio. Liberado del papel de víctima o el factor de la mala suerte, abrazo la plenitud de las emociones que siento y acepto la imperfección del camino que eligió mi alma para transitar lo necesario para que comprenda que soy yo, soy todo y no soy nada. Ya no busco los conocimientos que siempre guardaba detrás del velo de mi ego. Me acuerdo de ellos con cada experiencia y encuentro que adorna la realidad que voy construyendo para entenderme y para asentarme en mi hogar, el Universo del que formo parte. Vuelvo a la inocencia del infante que no aprecia los deberes irrelevantes impuestos por una sociedad enfermiza y juiciosa en su rechazo de todo lo ajeno, un concepto creado para generar odio y envidia.

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