Ríndete a Amarte
Crear una versión idealizada de ti mismo es correr en una carrera que no puedes ganar y agotarte por perseguir una meta inalcanzable. Es normal que te compares con otros, especialmente cuando no atiendes tus propias necesidades. No eres la víctima de tu destino. Tampoco mereces castigarte por no haber seguido a rajatabla el camino que creías necesario para alcanzar la felicidad. Has hecho todo lo mejor que has podido con los recursos disponibles para llegar a conocerte más allá que la figura que imaginabas que te miraba en el espejo.
No es fácil aceptar que eres una gota en el océano. No naciste para salvar a nadie, ni para levantar una revolución. Pero, cuando dejes de intentar hacer que vean tu importancia, reconocerás lo increíble que es tu vida. En la infancia, anhelabas sentirte amado y por eso soñabas con grandes hallazgos, lo cual se convirtió en buscar fortunas y amores apasionados. Nada saciaba esa sed de felicidad, el hambre por el pan de todos los días de los demás, aquellos en los que proyectabas la perfección imposible que deseabas, sin darte cuenta de que cada persona es tan imperfecta como tú.
No escuchabas los halagos de la gente que te quiere. Sonaban huecos al compararte con el espejismo sublime que ansiabas ser. Por eso, no te dabas cuenta de la belleza de tu realidad, la sabiduría que has acumulado con tus aventuras, el coraje de tu resiliencia a pesar de lo que te ha costado llegar hasta aquí.
Tu camino es mejor que el que imaginabas. Cada experiencia ha machacado tus limitaciones. Cada relación te ha acercado a ti. Algunas te han destruido para que te construyeras de nuevo, para que volvieras a ser auténtico. Otras te han enseñado a amarte tal y como lo mereces por ser quien auténticamente eres. Ríndete, acéptate y ámate.
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