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¿Qué es el ego?


1. m. Psicol. En el psicoanálisis de Freud, instancia psíquica que se reconoce como yo, parcialmente consciente, que controla la motilidad y media entre los instintos del ello, los ideales del superego y la realidad del mundo exterior.

2. m. coloq. Exceso de autoestima.

Algo que me perturba es el uso erróneo del término ‘ego’. Con el paso del tiempo se ha transformado de una definición psicológica a una característica de la gente no muy favorable. Por lo tanto, pretendo exponer lo que realmente es el ‘ego’.

Al nacer, todos somos

una página en blanco, un libro sin texto, una historia que acaba de empezar. Aunque las teorías indican que nuestra personalidad es, en parte, producto de la genética, nos faltan medios para comprobar esto a base de no poder entrevistar a los recién nacidos.

Durante la infancia, cada uno empieza a experimentar con comportamientos para llamar la atención de los padres. Esto puede ser para pedir comida o, sencillamente, cariño. Los infantes pronto marcan una preferencia por una actitud emocional, que puede ser llorar de una forma exagerada, o instintiva que puede ser golpear lo que tenga a mano, o racional que puede ser habituarse a un comportamiento ocasional.

Esa tendencia lleva a una preferencia intelectual que forma el ego. De esta manera, lo podemos entender como la estrategia que empleamos para enfrentarnos a los desafíos de la vida. Alguien que busca una reacción basada en lo emocional, por ejemplo, usará esta técnica en la vida para conseguir sus metas. Es decir, enfocarse en cómo afectar a la gente con emociones. La manipulación emotiva – según la persona toma forma más o menos evidente. En un contexto laboral, un ejemplo sería la persona que anima a un compañero a terminar una presentación que le agobia al otro hasta el punto de hacerse evidente su sufrimiento o el que usa como excusa postergación en un trabajo por unos asuntos personales.

Alguien que muestra una preferencia por lo instintivo, prefiere una forma de lograr una respuesta más instantánea, sin prestar mucha atención a las consecuencias de sus actos. Un ejemplo tomaría la forma de un empleado que rechaza liderar un proyecto nuevo a pesar de correr el riesgo de perder su puesto o otro que se enfrenta directamente a los superiores por un asunto que no le agrada.

Por último, la gente que favorece lo racional, analizan al detalle lo que hacen y se profundizan cuidadosamente en las implicaciones de sus actos. Los hay que estudian cómo afectaría a los que les rodean depende de cada uno.

Esto es una manera de entender cómo un comportamiento de la infancia, lo llevamos a lo largo de la vida para tratar las situaciones que vivimos al diario, con la diferencia de adaptar el comportamiento a las situaciones con las que nos encontramos a lo largo de la vida.

Por otro lado, lo importante es mantener clara la diferencia entre la esencia, que podemos entender como esa página en blanco con la que nacemos, a la que añadimos las experiencias que crean la historia de la vida que vivimos y el ego que es la manera de enfrentarnos a ésas experiencias. El ego se puede interpretar como un especie de escudo o máscara.

La máscara es un sitio cómodo, dado que sabemos que solemos conseguir nuestros deseos desde detrás del escudo, Por eso, a menudo potenciamos el comportamiento del ‘ego’ a favor de desarrollar la personalidad que hay atrás. En estos casos, perdemos el contacto con quien realmente somos. Es un fenómeno que afecta una gran parte de la humanidad. Sobre todo, porque salir de lo fácil supone exponerse al riesgo de no lograr las necesidades básicas y mostrar una personalidad que, igual, no creemos que sea tan bienvenida entre nuestro círculo de amigos que la que ya conocen.

No obstante, los valientes saben que no sólo reconocer la diferencia entre el ego y la esencia nos fortalece como persona, sino que nos permite encontrar más confianza en uno mismo. Cuando actuamos desde la esencia y no del ego, se nos ve con autenticidad y solidez como persona. Mucho más que en el caso contrario que se nota que hay algo atrás, que puede ser o la duda o parte de nosotros que no queremos mostrar por los motivos que sean.

La clave está en saber cuándo quedarnos detrás del escudo, y cuándo bajarlo para experimentar el mundo sin filtros. Por supuesto, lo óptimo sería aprender a actuar desde la esencia. Pero, esto exige trabajo, paciencia y dedicación. Por lo tanto, el primer paso es identificar cuál es la preferencia intelectual que empleas y tomar conciencia de cuándo empleas esa estrategia, cuál es la motivación detrás y considerar si es la mejor manera de acercarse a cada situación que vivimos.

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