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Las Heridas de la Transformación

Si las heridas no doliesen no servirían. Tomar responsabilidad de tu poder es arriesgarte. Los procesos que realmente enseñan son las que más duelen. El dolor es parte de soltar aquello que ha dejado de servirte. Por mucho que te hayan encantado tus zapatillas, cuando se despegan las suelas no cuesta tanto deshacerte de ellas.


Cada experiencia llega en el momento más oportuno, cuando cuentas con las herramientas y los conocimientos para enfrentarte a ella. Lo que te estanca es el miedo de perder lo acumulado. Te aferras a lo conocido como si se tratara de un tesoro mítico.


Repetir los patrones que te han indicado cómo encender la luz de tu faro, no te permiten volver a la aventura que te espera. Has alumbrado una tierra inmensa, más allá de las rocas de tus dudas. Para estar aquí has superado tus miedos y has mostrado tu poderío. Pero, recuerda que al final de cada noche amanece un nuevo día. Hoy, si te atreves a seguir adelante y adentrarte en tu sabiduría, descubrirás más pistas acerca del misterio de quién eres.


Al igual que te pican las cicatrices que decoran ya tu cuerpo, volverás a abrir heridas. Algunas de ellas ya estaban cuando naciste, otras serás frescas con tomas de consciencia trascendentales. Caerás por el camino y te perderás a menudo. Te sentirás solo e, incluso, desesperado. La frustración es lo que te enseñará a ser resiliente. Cada vez que te desafías de tus ganas de rendirte, te darás cuenta de que todo es perfecto.


Cuando te sientes agotado y crees que no puedes más, ignora tus lamentaciones y oirás un coro de voces de todos que te acompañan. Sus ánimos son los susurros que sueles ignorar en el soplo del viento. Te tenderán la mano para ayudarte a levantarte cuando crees que no puedes más. Pero, solamente si es tu autentica voluntad.


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