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La Polilla

Hay tanto que desvía la atención del presente. Los planes que quedan por concretar y los recuerdos a los que agarrar antes de desaparezcan para siempre en el gran olvido. A veces me siento como la polilla que vuela hacia la luz brillante que sentencia su propio desenlace fatídico. Quisiera trasladarme a un momento que puedo ‘arreglar’ u otro que puedo manipular para que sea como yo quiero.


El propósito de vida nunca ha sido corregir errores, ya que no lo son cuando los reconozco como las lecciones que me llegan precisamente para comprender mi presente. Los recuerdos son emociones mutadas en experiencias que me empeño en haber vivenciado. Son recreaciones de las voces que hacen eco en el silencio para recordarme que nada es imposible. Los desafíos existen para que me muestre frente mi propia duda, emocionalmente desnudo mostrando las cicatrices de mi torso que son las lecciones que he elegido integrar como parte de mi perfecta imperfección.


Siempre me ha fascinado el futuro, un lugar donde mi responsabilidad desaparece en el destello de los faros del destino. Mi discernimiento bamboleaba entre la delusión del control y la rendición al destino inevitable. La ansiedad es prepararme para alguna catástrofe que voy definiendo según mis peores miedos.


Al inhalar tu amor en un beso de despedida, ya no sofoco al retenerlo hasta que nos veamos de nuevo. Saboreo la exquisita sensación de tus labios sobre los míos en un momento que perdura la eternidad. No sólo aprendo de la oscuridad, sino que me abro a bañarme en la lucidez de la felicidad.


La polilla vuela en libertad cuando comprende que esa luz alumbra el entorno para que asimile la riqueza del ahora. No importa adónde vuelo cuando tomo conciencia de la diversidad de oportunidades que me rodean como hojas y pétalos en la noche del alma.



IMAGEN: Like a Moth to a Flame Digital Art de Daniel Eskridge (Pinterest)

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