El Camino Hacia Ti

Llevo la resiliencia tatuada sobre mi pecho e impregnada en el guerrero que soy. En la vida he luchado una batalla tras otra, la mayoría de ellas ha acabado en una derrota sangrienta y desalentadora. Jamás me he rendido. Golpeado con la maza de la decepción, atravesado por la espada del desamor, apuñalado por el engaño, me quito el barro y la sangre de mi cuerpo y mi cara, me levanto entre los escombros de la destrucción de la realidad que daba lugar a la lección que me ha tocado vivir y me he quitado la coraza para que los rayos del sol esperanzador cautericen las cicatrices de las heridas que me decoran como medallas por el coraje de haber sobrevivido de nuevo, listo para volver a pisar otro campo de batalla.

Beso las caras moribundas de los fantasmas de mi pasado en agradecimiento por lo que me ha enseñado cada figurante de mi vida. Las frases que me hicieron ver las partes de mí que no conocía o no quería ver rompen el silencio del despertar en paz.

En medio de la escena dantesca encuentro el cuerpo que tantas veces he besado con un deseo deslumbrante, he grabado sus curvas en mis fantasías más descaradas. Ése de la mujer que protagonizaba las noches incluso antes de que ausentara mis días. La que me otorgó la lección más importante del Amor Incondicional.

Un alma con la que bailaba en el firmamento entre las estrellas que brillaban de todos los colores. Esta estrella fugaz dejó un destello azul cuando solté sus manos con un último beso de despedida en reconocimiento de la realidad de su necesidad de perderse para encontrarse. Detrás de la película de lágrimas que nublaba su alejamiento estaba el amor eterno que la acompañará allá donde vaya. Un amor que prendió el sol y alumbra la noche larga del alma. Aprendí que a veces acompañar a la persona que amas significa mostrarla el camino que le acerca a sí misma y te aleja de ti para embarcar en una aventura en la estarás a la sombra.