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El Reencuentro Contigo y Conmigo


Amor al azul platino

Llegar a casa, encender la luz y encontrarme con la luz brillante de los ojos del gato que ha sido mi fiel acompañante en la temporada más solitaria de mi vida es una transformación. Me he alejado de esa sensación tan familiar de caer al vacío e intentar proteger la cara del viento frío de la soledad y callar el chillido ensordecedor del silencio.

Hay un desespero en el mundo contemporáneo que consiste en compartir fotos con una sonrisa generosa cuya existencia se debe a la necesidad de esconder los labios caídos y las líneas que trazan las lágrimas en la máscara de una vida perfecta, las que llevan a miles de ovejas a la muerte en vida. Por mucho que quisiera ser la oveja negra, no era más que un avatar más pintando una vida idealizada desde la misericordia y la soledad más absoluta.

La realidad de la aventura trepidante de la que siempre disponía apareció delante de mi el día que abrí los ojos. Una conversación, como tantas que había protagonizado, me despertó de la película de terror que había sido mi hogar. Un amanecer de los sentidos iluminó el paseo que daba a mi casa aquella tarde. No oía el viento, sino el coro del cantar de los pájaros como la banda sonora a mis pasos por una calle que había transitado centenares de veces sin ver la belleza de cada rincón. La máscara que tapaba la tragedia del rechazo de mí esencia se quedaba atrás en el acantilado con chorritos de lluvia en lugar de las lágrimas de desencanto, sentía la libertad de soltar las cadenas de mi propia personalidad impuesta.

Había aprendido a abrazar al niño pequeño que se perdió dentro del ser castigado e insuficiente que nació cuando empecé a rechazar las indicaciones que marcaban el sendero de mi vida. Ese camino repleto de experiencias trascendentales, capaces de acercarme a aquel niño que años antes había abandonado, el mismo que lloraba en el silencio del exilio. Pero, ahora silba para acompañar al cantar de aquellos pájaros

El reencuentro con él coincidía con reconocer al alma que me ha acompañado a lo largo de la eternidad. Ésa que amaba en todas las encarnaciones que me permitían experimentar las lecciones necesarias para llegar a esta toma de consciencia, el despertar de la esencia que ya no habita la jaula oscura y fría de la anulación de mi sentir. En una tormenta de sensaciones, las situaciones y encuentros de mi pasado y de mi futuro se funden en la realidad de la eternidad del Ahora. La embriaguez de sentir las conexiones entre todo y la unión de la consciencia. Las conversaciones que decoran la toma sagrada de mi destino ya se sitúan para que vea que todo me ha traído aquí, al mismo paraíso que no sabía apreciar de mi propia realidad. He comprendido que el Amor Incondicional es el aire que respira mi alma.

Las personas a las que no sabía amar eran las partes de mí que no entendía. No olvidaré ninguna de ellas por lo que me han enseñado de mí. El sufrimiento que sentía al alejarme de ellas era no aceptar que cada aprendizaje llega a su fin cuando se transforma en una profundización en mí. En la aceptación de vivir en un estado de cambio continuo encontré la abundancia que me permitía amar a todas las personas que están, las que han estado y las que estarán. El amor no muere sino se convierte en la sabiduría que explica que nadie posee a nadie. La separación no es más que la ilusión que experimentamos cuando necesitamos sentir el amor de una manera diferente para acercarnos al Amor Universal, ese que alumbra el paraíso de mi sentir, ese que toma la forma de aquella alma que vuelve a mi vida vez tras vez para recordarme que nunca estaba solo y nunca lo estaré. Hoy aprendí a amarme y a amarte incondicionalmente mi vida, mi esposa, mi luz azul platino, mi oscuridad, mi autenticidad.

IMAGEN: “The Earth Grew Cold” de Gurbir Grewal

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