Las Ráfagas de la Fortuna

La Vida me llevará por el camino que eligió mi alma en esta encarnación, encontrándome con las experiencias que necesita sentir para conectar con la sabiduría que le permitirá trascender. Así, lo observará todo desde una perspectiva más liberada de las limitaciones de la interferencia mental que condena a nosotros a ignorar las maravillas que nos rodean. La ilusión del libre albedrío se hace evidente cuando me enamoré antes de su tiempo o de la manera que no tuvo que ser. Por mucho que intente cumplir con las responsabilidades que me pide el alma con una diligencia incansable, no puedo pretender exigir lo que quiero porque no es siempre lo que me corresponde tener. Aunque te agarro de la mano, el viento del destino me rasca la cara con la frialdad que me recuerda que no soy nadie para anteponer mis deseos a las necesidades de mi alma. Intento alcanzar tus dedos mientras te veo arrastrada a la fuerza adonde tu alma precisa ir. Prometo volver a encontrarte a pesar de ver como cada vez estás más lejos de mi camino. Son estos momentos que caigo en el victimismo y me consume la furia con la Vida por no darme de lo que considero merecedor, por dejarme saborear tu presencia antes de robármela sin aviso. Paulatinamente, me doy cuenta de que es una lección que no quiero recibir. Una toma de consciencia de una parte de mí que no quiero ver. No puedo seguir evitando la realidad con cerrar los ojos y vivir en un sueño. Sin más aire en mis pulmones para correr, me siento sobre las piedras del camino que me va obsequiando lo que necesito sentir para poder abrirme a la sabiduría que existe más allá que palabras. Las creaciones de un ser que se desespera por definir las experiencias dentro de las limitaciones de un idioma clasificador. En lugar de abrirse a sentir plenamente el arcoíris de las emociones y dejarme llevar por ellas hacia donde el destino me lleva. Mientras las lágrimas recorren las marcas que dejaron las yemas de tus dedos, acepto que todo es perfecto, parte de un viaje organizado antes de que naciera. Cada evento es una lección que me prepara para el momento en el que el sol alumbrará el sendero por el que camino, dando círculos para apreciar cada vez más detalles con cada vuelta y se va solidificando la base de mi sentir. No sé nada más que se te vuelvo a encontrar es porque tiene que ser así. Si no, es que la lección que me viniste a dar era más valiosa que el amor que quise compartir contigo. Con las ráfagas de la fortuna, aprendo que no elijo de quien me enamoro, ni cómo tienen que salir los sucesos. La única libre elección que poseo es como reacciono, con agradecimiento por lo aprendido o con la ira destructiva de la no aceptación que, en su expresión debilitante, no me deja seguir adelante. Para seguir avanzando acepto lo que es real y lo que tiene que ser por encima de lo que quisiera que fuese, que no es más que la ilusión del control sobre mi realidad que nunca he tenido. ____________ Mathew Lees