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Elegir Acompañar No Es Llevar, Sino Compartir El Viaje


Hay un aire frío soplando en mi cara, secando las grietas de mi cara de las sonrisas que he mostrado siempre a los que me han acompañado en mi paseo por el bosque denso y oscuro de la vida. Sigo andando entre las ramas y hojas de los arboles de la experiencia. Intento no despistarme con lo que parece una indicación hacia un nuevo camino, dejando de esquivar los troncos caídos en ese sendero que empezó con los primeros pasos que di en la infancia. A menudo, resulta tentador abandonarlo para acercarme a los espacios abiertos con gente bailando debajo del sol o meterme en el arroyo que bordea mi camino fluyendo con las lágrimas de alegría y de pena de la vida que siempre quise tener.

Decido sentarme un rato, que estoy agotado del esfuerzo continuo de encontrar las maneras de flanquear los obstáculos que no puedo ni subir encima, ni meterme debajo para seguir por donde eligió ir mi alma antes de que naciera. Sé que al detenerme, empezará otra tormenta para recordarme que hay que continuar para adelante. Me empapo con el peso de la exigencia de cumplir con lo que le culpaba a mi padre por habérmela instigado, cuando, en realidad, el único responsable es aquel chico famélico de felicidad, reposando al lado del sauce con su canción triste al mover sus ramos en el aire, rozando la superficie del agua, como los dedos que quitan las lágrimas de la cara.

Son estos momentos que dedico a pensar en las manos que me han empujado, las que me han acariciado y las que me han enseñado lo que no quería mirar. La vida es un viaje muy solitario. Pero, cuando he sabido quererme lo suficiente para ver a través de las hojas siempre verdes, me he encontrado con gente maravillosa, gente con la que ha compartido lecciones que incluso conseguía aplicarme a mí mismo en ocasiones. Esos viajeros me han invitado a pasar noches delante de sus fogatas con canciones felices de amores y amistades. Me animaba a cantar alguna para que riesen conmigo y me abrazasen un rato. Celebro cada momento de estos que me alimentaba la esperanza de tener mi propia fogata algún día.

Hay personas que han elegido acompañarme unas temporadas, haciendo un equipo para conquistar cada imprevisto y en las conversaciones, nos hemos intercambiado experiencias, que ayuda a comprender como cada uno interpreta su camino.

Tengo a amigos que se quedan en la vegetación de mi ceguera cuando me impongo la soledad para no vean los arroyos que caen como cascadas de mis ojos cuando caigo de rodillas, pensando que no puedo más. Sus gritos de ánimo no llegan a mis oídos ensordecidos por mi orgullo y exigencia mordaz. No obstante, vuelven cuando me pongo de nuevo de pie y me considero digno de compartir tiempo con ellos.

He aprendido a agradecer la mano tendida y la palabra suave de consuelo, sin interpretarlo todo como mi fracaso. El amor consiste en dar y recibir y cuando uno no sabe recibir, no tiene nada que ofrecer. Las personas que me han intentado amar han alumbrado la tierra fértil del amor que hay dentro de mí. Pero, sólo cultivaba frutas exóticas para ellas y cuando me he quedado con hambre ya no podía dar más y las he tenido que soltar.

Confío en mí. Las lecciones me han enseñado a dejarme amar, recibir el cariño de los otros porque me lo merezco. No tengo que darlo todo para compensar por lo que me falta, ya que no me falta nada. Agradezco cada quiebre, cada despedida, cada decepción, cada desilusión, cada bajada a mi propio infierno que en la desesperación he aprendido que soy yo el que se levanta de nuevo para seguir el hermoso camino que eligió transitar mi alma en este camino terrenal.

En el más profundo dolor está la más poderosa resiliencia y el verdadero amor incondicional que busca proteger a la que amo para que no pase por este calvario que yo para aprender lo mismo. Extiendo la mano para que sepa que el crecimiento entre los dos siempre va a ser mayor que cuando uno elige andar en solitario. No pretendo llevar a nadie sino acompañar sin interferir, animarte a levantarte cuando hayas sentido el dolor que necesitabas para ver la luz. Estoy dispuesto a mostrarme vulnerable para que me extiendas la mano cuando me arrodillo y siento que no puedo más. Con la luz del sol y la luna, nunca estaremos a oscuras. ___________ Mathew Lees

Foto: Geyiği Gördünüz mü? de Çocuklar Korkunç Allahım” (5Harfliler.com)

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