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El Puente encima del Abismo del Pasado


El amor es un viaje. hay gente que al coger un nuevo camino con gran ilusión y un acompañante que promete aportar aprendizaje y felicidad no consigue despegarse del pasado para poder seguir adelante. Ese nuevo sendero, aunque entre en las nubes de dudas, se ve que les llevaría hacia un sitio mejor y aventuras enriquecedoras. Sin embargo, cuesta tomar esos primeros pasos, y reinan las sospechas de las intenciones del otro o los incertidumbres de si el otro será un guía fiel.

Esto es el resultado del exceso de peso de la mochila que lleva encima, cargada de las emociones acumuladas de experiencias anteriores. Todos tendemos a ver a un nuevo acompañante a través del filtro del pasado, unos gestos o, a lo mejor, unos gustos que nos recuerdan a uno que ha pasado por nuestra vida dejando cicatrices para siempre en nuestro interior de heridas graves de las que cuestan horrores sanarse. Personas con las que habíamos iniciado un viaje con esa misma ilusión para encontrarnos con una situación en la que nos hemos visto obligados a dar media vuelta, soltando la mano que nos pretendía llevar muy lejos. Abandonar los sueños implica morir de una manera. Lo que se nos olvida es que lo que se muere es una versión incompleta de nosotros mismos. Muchas veces, construimos una estatua que representa lo que creímos que somos y nos cuesta derrumbarla por el esfuerzo que nos ha costado su construcción y habernos acostumbrado a dar vida a la personificación de esa efigie.

Los japoneses tienen una teoría, el Wabi Sabi (侘・寂) , que entiende que la belleza está en las imperfecciones. Siguiendo esa teoría, al recoger las piezas tras el derrumbe para volver a construir de nuevo implica el aumento de la magnificencia de esa estatua. Las imperfecciones son la marca de haber aprendido de los errores, de haber utilizado las lecciones del fracaso para fortalecer y enriquecer la personalidad representada en la obra maestra por delante. El que no aprende, no aporta a los demás y no tiene valor. De la misma manera que buscamos a alguien que nos puede compartir la sabiduría, podemos ofrecer la nuestra aprendida de las experiencias transformadoras. La vida sirve de regalarnos con situaciones que nos hacen aprender más de nosotros mismos, los que nos rodean y el entorno que habitamos.

Con lo cual, hay que aprender a soltar el equipaje que sólo sirve para encorvar la espalda y lastrar. Cada uno debe hacer lo posible para cortar los enlaces con el pasado que atormenta e impide la embarcación en la exploración de tierra desconocidas. Las experiencias vividas nos educan y con las lecciones, hay que quedarse, pero del sufrimiento y el consecuente miedo a repetirlos, hay que soltarse. Con la mirada fijada en el horizonte del futuro, mano a mano con la persona a tu lado, empieza a caminar y a ver hasta donde llegáis y qué os espera. El sol y la lluvia atraviesan las nubes y solamente podéis apreciar el destino cuando tengáis el valor y la voluntad de acercaros a ello. Cada aventura empieza con el primer paso del propósito y lleva el curso de la intención a ampliar los horizontes de la sabiduría. El destino es el desconocido que da sentido al camino que nos acerca a ello.

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